Cuántas veces nos hemos detenido a observar un barco de construcción tradicional, sobre todo de madera, atraídos por su belleza.
La sensación que nos ofrecen, bien sea navegando, fondeados o amarrados en un puerto, es una sensación de sosiego y de vuelta a los tiempos pasados, cuando tanto la vida como la misma navegación transcurrían con más calma y sosiego.
Desde el primer momento en la construcción de un barco de madera, el trabajo es minucioso: puesta de la quilla, fase de ensamblado de las cuadernas, roda, codaste, tablas del forro, calafateado, etc.
Una vez en el agua, tampoco nos dejará indiferente su forma de navegar: movimientos pausados y obedeciendo al ritmo que le marcan las olas. Entre los navegantes experimentados se suele comentar que los barcos de madera tienen un navegar diferente a los barcos de fibra de vidrio, tan comunes entre las embarcaciones de recreo.
Por otro lado, cuando se pisa la cubierta de un barco de madera y nos adentramos en la cabina, el olor es muy característico. Olores a maderas nobles y barnices, impregnarán nuestro olfato.
Desde hace años se organizan regatas para barcos clásicos, que no solamente son de madera, sino también de acero o de fibra de vidrio, pero con unas formas tradicionales en sus líneas de agua que no tienen los barcos modernos. Es una maravilla darse un paseo por los pantalanes o muelles donde están atracados y observar el orden con que se adujan los cabos, el arranchado general de las cubiertas y otros múltiples detalles. Uno de esos detalles que siempre me ha llamado la atención por el trabajo que conlleva, es el de proteger las gazas de los cabos de amarre con cuero cosido a mano.
Una vez participé en una regata en el puerto de Saint-Tropez en la que había un apartado para los barcos clásicos. Estaban allí barcos tan legendarios como el Clase J «Endeavour» y el «Pen Duick» con el mismo Tabarly a bordo. Fué todo un espectáculo verlos navegar y también vivir el ambiente que se respiraba en el propio puerto, con los barcos atracados, y miles de personas abarrotando los muelles.
Si alguna vez tienen la oportunidad de acercarse a visitar un barco de ese tipo, o una concentración de barcos clásicos, no dejen de hacerlo. Seguro que no les defraudará.