Cualquiera que haya estado en lugares de la costa del Mediterráneo donde hay puertos deportivos, seguramente habrá admirado en alguno de ellos los grandes yates que suele haber atracados en sus pantalanes o muelles.
Este tipo de barcos no suelen estar al alcance de la mayoría de los bolsillos por dos motivos muy importantes: el precio del barco y el coste de su mantenimiento.
Observamos con cierta envidia las amplias cubiertas, los salones (muchas veces decorados con cuadros, jarrones y flores o plantas) y también los camarotes y otras dependencias que a menudo se pueden ver a simple vista desde el propio muelle o pantalán.
Recientemente estuve en un conocido puerto de Mallorca donde pudimos observar prácticamente todo un barco desde el muelle ya que tenía las cortinas descorridas. Obviamente, el motivo de tenerlo a la vista era que se pudiera ver el interior, no un simple descuido.
También se suele ver a los propietarios e invitados degustar una apetecible comida o aperitivo en una de las cubiertas, ya que muchos yates atracan de popa al muelle. Es una clara intención de dar envidia o de que todo el público que pasea por el muelle pueda verles. Estamos en la época de la exhibición permanente debido a las redes sociales. Allá cada uno con su privacidad.
Pero aparte de todas esas banalidades, lo que quiero es hacer hincapié en la importancia que tiene para la industria náutica que existan este tipo de barcos.
Los mejores astilleros de grandes yates (la mayoría de ellos en Holanda) emplean a muchos operarios para su construcción. Después debemos tener en cuenta también los múltiples materiales que son necesarios para poder hacer realidad la construcción de ese tipo de barcos. Esto genera mucho empleo para las industrias auxiliares y mueve la economía.
Una vez construido el barco hay que tener en cuenta que el barco necesitará una tripulación mínima para poder gobernarlo y prestar el servicio necesario a los pasajeros que naveguen en él. Existen compañías especializadas en conseguir tripulaciones para los yates, que serán contratadas y recibirán el salario correspondiente. Seguimos moviendo la economía y dando trabajo.
Después de ser entregado el barco, aparte de la tripulación, tendrá que ser amarrado en un puerto base. Los atraques tienen sus tarifas, que lógicamente son más elevadas cuanto mayor es la eslora. Un buen ingreso para el puerto deportivo que tenga la suerte de acoger a ese yate.
Los yates se mueven no solamente en vacaciones, sino durante el tiempo que dure la temporada. Muchos de ellos, aunque tengan un único propietario, se alquilan para amortizar los costes del barco. Los brokers se encargarán de ello y se llevarán sus correspondientes comisiones. Más dinero que se mueve.
Aparte del mantenimiento del barco (mecánicos, carpinteros, electrónicos, reparaciones en acero o fibra de vidrio, etc.), también hay que aprovisionarlo de víveres. En una ocasión, antes de cruzar el Atlántico en un barco de vela de veinte metros de eslora, llenamos cuatro carros de comida en un supermercado de Las Palmas de Gran Canaria. Nos abrieron una caja únicamente para nosotros.
Otros gastos que existen, y finalizando el artículo para no aburrir a los lectores, son los gastos de lavandería, ya que aunque esos barcos disponen de lavadoras para la ropa, hay que lavar sábanas, manteles, etc., que ocupan mucho volumen y suelen ser entregados a empresas especializadas que se encargan de ello.
Cuando veamos un barco de ese tipo amarrado en un puerto, aparte de la admiración que nos pueda producir, debemos pensar que proporciona empleo a muchas personas y mueve la economía de la industria náutica.
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