Hacer buenas fotografías a bordo de un barco es una de las cosas más difíciles que existen. Debemos tener en cuenta que nos movemos en un ambiente totalmente hostil para la cámara: humedad y salitre. Lo primero que debemos cuidar es el equipo y para ello habrá que tomar una serie de precauciones. Existen cámaras que son resistentes al agua e incluso sumergibles, lo que ocurre es que suelen tener precios desorbitados, salvo las más simples que suelen adolecer de falta de calidad en el resultado final.
Los fotógrafos profesionales suelen proteger las cámaras de muchas maneras. Una muy sencilla es con film transparente, el mismo que usamos para envolver los alimentos. Esto puede servir para aguantar un remojón ocasional de la cámara o quizá para protegerla del salitre que inevitablemente flota en el aire, pero no nos servirá ante una ola de las que barren la cubierta. Hablando hace años con un fotógrafo de regatas, me comentaba que tenía que cambiar el equipo a menudo debido a que se le oxidaba sin remedio.
Si alguna vez participáis en alguna regata de la isla de Wight, en el sur de Inglaterra, probablemente seréis fotografiados por uno de los fotógrafos más famosos del mundo de la vela: Beken. Y aún es más probable que paseando por Cowes os encontréis con su famosa tienda, en la que parece que el tiempo se ha parado y podríamos soñar que estamos en los años veinte del siglo pasado…
En 1888 fue fundado este famoso estudio de fotografía en Cowes, que originalmente era una farmacia. El dueño era aficionado a fotografiar a los grandes barcos que comenzaban a aparecer por allí para las regatas. Una de las más famosas que allí se disputaron fue la Copa del América. Para hacer sus fotos, al principio utilizaban un ingenioso sistema de disparador que lo activaban mordiendo con los dientes una bola de goma para poder sujetar mejor la cámara con las dos manos. Lógicamente fueron perfeccionando su técnica y además las cámaras también evolucionaron. Finalmente cerraron la farmacia y se dedicaron exclusivamente a la fotografía. Curiosamente, siempre han utilizado modestas pero rápidas lanchas para hacer las fotos. De pronto oyes el rugido de un motor y aparece una lancha que se para a pocos metros de tu barco; ves a una persona que dispara una cámara, y ya está hecha la foto que podrás ir a comprar a la tienda. Sus fotografías son de gran calidad y es muy posible que si alguna vez visitáis su página web y el catálogo que tienen, quizá encontréis muchos barcos conocidos que han ido a navegar por las frías aguas del Solent. También editan anualmente calendarios con espectaculares fotografías de barcos.
Volviendo a la fotografía de aficionado, que es la que realmente hacemos nosotros a bordo, es cierto que los equipos han evolucionado mucho y hoy en día casi nadie utiliza cámaras réflex, salvo los profesionales o los muy amantes de la calidad fotográfica. Debemos tener en cuenta que hay ópticas en la telefonía móvil que dan la misma calidad que muchas cámaras réflex de antaño. Además ya no hay que cambiar el carrete, como antiguamente. En muchas ocasiones se acababa éste justamente cuando más necesitabas hacer una fotografía. También hay en el mercado cámaras compactas, más baratas y además resistentes al agua, que proporcionan una buena calidad fotográfica.
Aparte de la calidad que proporcione la óptica del equipo utilizado, no debemos olvidar que el encuadre y la composición en una fotografía es aún más importante. Por muy nítida que esté la foto hecha, si el horizonte está torcido o por ejemplo hemos sacado la mitad de la cabeza de un tripulante, queriendo sacar toda la cubierta, esa fotografía será un desastre. Es como con todo: por mucho que tengamos un buen equipo, si no sabemos utilizarlo no sirve de nada y es mejor ahorrarse el dinero. Conocí a un fotógrafo profesional que cuando se iba de viaje llevaba una cámara de usar y tirar. Aunque parezca de risa, las fotografías que hacía eran muy buenas porque sabía encuadrar y buscar la composición perfecta para cada foto. El problema que nos encontramos en el barco es mantener la cámara quieta. Estamos en un lugar que se mueve y donde es difícil mantener el equilibrio.
Si somos de los que utilizamos cámaras de gama alta, será recomendable hacerse con una buena funda estanca y flotante o bien asegurar la cámara. Otro caso que viví a bordo de un barco fue la caída de una cámara al agua, estando posada simplemente en la brazola de la bañera de un velero. El barco dio un balance y se oyó un «clonc» y un «plof». Era un equipo profesional y de una de las mejores marcas mundiales, valorada en unos 1.800 €. La cara que se le quedó al dueño había que verla, pero más la de su mujer que se la había regalado por su cumpleaños.
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