Desde tiempos inmemoriales se hacían señales en la costa para guiar a los navegantes. Aunque no se considerasen faros como tales, aquellas señales hechas con fuego, que de noche permitían ver las llamas y de día el humo para llamar la atención, se utilizaron tanto para fines pacíficos como para fines lucrativos. Muchas veces se hacían señales a los barcos, por ejemplo durante un temporal, para que embarrancaran en la costa y los raqueros pudieran hacerse con el cargamento del barco. Eran épocas de hambruna y penalidades y muchas personas tenían que buscar su subsistencia de aquella manera tan poco ortodoxa. Afortunadamente, los faros tienen una función mucho más noble, que es la de guiar a los barcos y señalar los puntos peligrosos de la costa que deben evitar.
Podríamos imaginar que en la era de la tecnología, el botón y la pantalla, el hecho de buscar un faro en la costa puede suponer una pérdida del tiempo totalmente arcaica. Nada más lejos de la realidad. Los faros siguen teniendo una gran importancia en los tiempos que corren, y no hay nada más reconfortante que descubrir los destellos de un faro después de una larga navegación viniendo de alta mar para poder recalar con seguridad en el puerto.
Los faros también tienen su lado artístico y paisajístico. Cuántas veces habremos visto cuadros y fotos en los que se les representa frente a un mar revuelto o tranquilo. También admiramos su arquitectura y el entorno en el que se encuentran. Hay faros que aún permanecen en lugares prácticamente inaccesibles o que todavía conservan los restos de viejas escalinatas y embarcaderos, hoy en día abandonados. Me viene inmediatamente a la memoria el faro de la Punta del Caballo en Santoña. Para llegar a ese faro desde tierra hay que bajar una vertiginosa escalera de cientos de peldaños para llegar a un enclave espectacular.
Para poder saber dónde están situados los faros y el tipo de luz y de ritmo que tienen, tendremos que disponer de una carta náutica de navegación costera o bien de un libro de faros, ya que en estos documentos es donde vienen especificadas las características técnicas que nos permitirán reconocerlos. Cuando se divisan varios faros a la vez hay que saber distinguir unos de otros para no confundirlos.
Recuerdo una ocasión durante la Copa del Rey en Palma de Mallorca, mientras disputábamos la regata larga, cuando el navegante del barco confundió el cabo de Cabo Blanco con el de Cala Figuera y tuvimos que ceñir a rabiar, habiendo perdido el barlovento necesario para quedar en un puesto honroso en la regata. Ese es un ejemplo de equivocación, pero también recuerdo otra ocasión en la que una de las guardias tenía que buscar el faro para recalar en la bahía, y a pesar de verlo bien, despertó al patrón porque no comprendía el significado de los destellos. El faro daba cuatro destellos cada veinte segundos y no les cuadraba porque a ellos les daba una duración menor. Era que no medían el ciclo completo con el cronómetro, cosa fundamental para el reconocimiento de una luz, sino que solamente medían la duración de los cuatro destellos, que lógicamente era inferior a los veinte segundos.
Actualmente los faros están automatizados y no quedan fareros que vivan en ellos, salvo alguna excepción. Existen técnicos que están encargados del mantenimiento de varios faros a la vez, pero en alguna ocasión ha ocurrido que se ha apagado un faro durante un tiempo hasta que ha acudido el técnico a reparar la avería. Como los faros están situados en lugares con muy buenas vistas al mar, una buena solución podría ser aprovechar las zonas habitables como pequeños hoteles o como viviendas de alquiler y que los que vivan en el faro tengan la responsabilidad de avisar de cualquier fallo al técnico de turno. Además, con el dinero obtenido en el arrendamiento se podrían sufragar los gastos de mantenimiento del edificio y del propio faro.
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