Voy a tratar en este artículo de dar a conocer una época quizás desconocida hoy en día por muchos aficionados al mar, que es aquella en la cual aún navegaban barcos mercantes de vela por todos los mares del mundo, compitiendo contra sus hermanos, los barcos de vapor. Para destacar la importancia que tuvo la navegación a vela en aquellos tiempos, existe el dato de que en 1840 se construyeron en los astilleros ingleses 1900 barcos de vela contra 77 barcos de vapor.
Nos situamos a mediados del siglo XIX. Es ésta una época en la cual aún la vela sigue siendo el medio de navegación predominante. Las rutas tradicionales por el Cabo de Hornos, el más meridional de Sudamérica, siguen abiertas para poder transportar mercancías a los puertos del Oeste, tanto de América del Sur como de Norteamérica. La vuelta se hace por el mismo cabo y se trae, principalmente, el nitrato de Chile que servirá para abonar los campos de Europa.
La fiebre del oro, hacia 1850, atrae a muchas personas a los grandes yacimientos del Oeste de los Estados Unidos, lo cual hace que el tráfico mercante de vela hacia allí sea importante. Pero también Australia es un continente emergente en cuanto a riquezas, ya que además de los yacimientos de oro, tiene grandes extensiones de campos de trigo y mucho ganado lanar, lo que hace que los veleros cubran esas rutas con frecuencia. Por otro lado, tradicionalmente también se transportaban especias y té desde la China. De hecho, las primeras competiciones entre los grandes veleros se producen en los regresos desde los mares de la China hasta Europa y sobre todo hasta Inglaterra. Los grandes Clíperes del Té compiten por llegar los primeros y poner el precio a la carga. Estos barcos se llevaban hasta límites insospechados en cuanto a la cantidad de vela que desplegaban. Tanto es así que la estructura del casco sufría mucho por ello. Un gran avance fue la construcción mixta, es decir, quilla y cuadernas de hierro y el resto de madera. Esto les proporcionó una mayor rigidez a los cascos.
Sin embargo, el primer gran golpe para los barcos de vela viene cuando se inaugura el Canal de Suez en 1869. Los buques de vapor evitarán la ruta del Cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica, temido por sus violentas y repentinas tempestades. Sin embargo, los veleros seguirán utilizando esta ruta ya que ellos no pueden atravesar el canal sin ser remolcados.
En cuanto al Cabo de Hornos, seguirá siendo transitado por todos los buques que quieran navegar de una costa a otra de América, hasta la apertura del Canal de Panamá en el año 1920. Este canal permitirá ganar el Pacífico desde el Atlántico en unas pocas horas, contra las semanas e incluso meses que puede costarles doblar el Cabo de Hornos.
Aunque esto supone un canto del cisne para los buques de vela, los barcos alcanzarán un gran desarrollo, ya que los cascos se construyen en acero, los palos también del mismo material, e incluso se introducen avances como las maquinillas de vapor para ayudar en las maniobras de las grandes velas. Un invento que transformará también la propulsión en los barcos, será el motor Diesel, que más adelante incluso se instalará como motor auxiliar en muchos barcos de vela. Esto les permitirá superar las zonas de calmas y además les dará un plus de seguridad a la hora de poder salir de situaciones comprometidas.
A pesar de estos avances, la navegación sigue siendo muy dura y peligrosa, y el mar se sigue cobrando muchas vidas humanas. Testigos de esto serán siempre los tres grandes cabos: Buena Esperanza (Sudáfrica), Leeuwin (Australia) y Hornos (Sudamérica).
En el comienzo del siglo XX, aunque el vapor seguirá ganando terreno a la vela, esto no supondrá la desaparición de los barcos de vela en la marina mercante. Incluso más adelante veremos como durante la Gran Guerra seguirán transportando mercancías, aunque sufriendo muchas bajas.
(Continuará)