A comienzos del siglo XX los buques mercantes de vela visualizaban su ocaso en el horizonte marino. Los buques de vapor habían ido ganando protagonismo en el transporte de mercancías y pocas compañías querían confiar sus cargas a los barcos de vela. Pero voy a hablar aquí precisamente de los principales protagonistas de esta legendaria historia: los barcos de vela y sus armadores.
Uno de los famosos armadores, fue el alemán Ferdinand Laeisz, de Hamburgo, que reunió una de las flotas más importantes de barcos de vela. Construyó varios barcos que fueron el orgullo de la flota mundial de veleros. A su compañía se le conocía por la «P Line», debido a que todos los nombres de sus buques comenzaban por la letra P.
Uno de sus numerosos barcos era el «Potosí». Este barco fue botado en el año 1895 y podía cargar 6.000 toneladas de nitrato. El palo mayor medía 64 metros de altura y tenía una superficie vélica de 5.109 metros cuadrados. En su primer viaje desde Hamburgo a Chile tardó 66 días, mientras que el récord anterior protagonizado por un barco francés era de 74 días. La media del viaje de Europa a Chile en aquella época solía ser de 80 días.En 1900 batió otro récord: 55 días. Además, durante 11 días hizo una media de 11,2 nudos. Este buque finalizó su vida durante un incendio que hizo que se perdiera en las costas de Sudamérica, cuando ya pertenecía a otro armador.
Los barcos de la línea «P» rara vez se vieron envueltos en accidentes debido a que iban muy bien tripulados y equipados. Además sus tripulaciones eran la envidia de los demás barcos de otras compañías, ya que tenían fama de recibir una buena paga y de ir bien alimentados. Los mayores peligros a los que se enfrentaron estos barcos aparte de los temporales, fueron los barcos de vapor. Los capitanes de estos últimos muchas veces eran incapaces de estimar la velocidad a la que navegaban los veleros. Creían que navegaban a unos 6 nudos, velocidad normal de muchos barcos de vapor, cuando en la realidad solían hacer entre 12 y 14 nudos. El Canal de la Mancha era casi siempre más peligroso que el propio Cabo de Hornos debido al gran tráfico de vapores que registraba ya en aquella época.
Uno de los barcos de la línea «P», el «Preussen», sufrió un abordaje por parte de un barco de vapor precisamente en el Canal de la Mancha. Repasemos brevemente la historia de este majestuoso y enorme barco. Fue botado en 1902 y era uno de los buques de vela más grandes jamás construido. Tenía una eslora de 134 metros, un aparejo de fragata con 5 palos, y su superficie vélica era de 5.481 metros cuadrados repartidos entre 48 velas. Se estimaba que la potencia que podía desarrollar era de aproximadamente unos 6.000 caballos de vapor. Podía cargar hasta 8.000 toneladas en sus bodegas. Para hacernos una idea, uno de sus veloces antecesores, el «Cutty Sark», cargaba solamente 1.300 toneladas. Disponía, además, de varias maquinillas de vapor para poder ayudar a los hombres de su tripulación a manejar las pesadas velas. Hay que pensar que una vela cuadrada normal de un buque de aquellos podía llegar a pesar varios cientos de kilos estando seca. Cuando estaban mojadas algunas llegaban a pesar hasta una tonelada o más. Además las velas viejas se sustituían al llegar a la zona ecuatorial por otras nuevas, aprovechando las encalmadas que allí se encontraban estos barcos. Las velas nuevas eran fundamentales para poder afrontar las altas latitudes del sur, donde los vientos rugían y aullaban con una fuerza inusitada, poniendo a prueba la resistencia de los aparejos de los barcos y de sus sufridas tripulaciones.
A pesar de ser un barco de gran tonelaje, obtuvo registros en su corredera de hasta 17 nudos de velocidad durante su vida operativa, lo cual no es nada despreciable. Normalmente su velocidad rondaba entre los 6 y los 8 nudos. Esa velocidad era la que habitualmente hacían los barcos de vapor de la época. Este barco hizo varios viajes en la ruta Hamburgo-Chile, doblando el Cabo de Hornos en sentido Este-Oeste, llevando mercancías de diversos tipos en sus viajes de ida y trayendo el preciado nitrato de Chile en sus viajes de retorno. También fue fletado en alguna ocasión para navegar hasta el Japón.
Un día de niebla de Noviembre de 1910, navegaba por el Canal de La Mancha rumbo a Chile con un cargamento de pianos, cuando de pronto colisionó contra un barco de vapor que quiso adelantarle por su proa sin haberse dado cuenta de que iba más rápido de lo que había estimado su capitán. Resultó gravemente dañado además de perder el palo trinquete, lo cual le dejó muy limitada su capacidad de gobernar. Esto fue su sentencia de muerte: al día siguiente y después de varios intentos fallidos de remolcarlo hasta algún puerto, a las 04-30 horas, embarrancaba debajo de los acantilados de Dover. Allí quedó la tumba de uno de los barcos de vela más impresionante y avanzado jamás construido.
(Continuará)