El faro de cabo Trafalgar demoraba a treinta grados del compás y aproximadamente a un par de millas. La marejada habitual provocada por las diversas corrientes que confluían allí se dejaba notar. La primera vez que Pedro atravesó el estrecho se quedó asombrado de ese efecto, que por otro lado está bien marcado en la carta náutica con unas pequeñas ondas, imitando a las olas. Parecía que entrabas en una playa. Con mala mar ni se les ocurriría haberse acercado tanto, pero con el calado que tenían y con la mar como un plato no había riesgo de verse sorprendidos por una gran rompiente.
El Bajo Aceitera lo habían librado de sobra y ahora llevaban la proa dirigida hacia Punta Paloma, pero con la idea de pasar por dentro del bajo de Los Cabezos. Si lo dejaban por babor, es decir, más metidos en el propio estrecho, iban a pasar muy cerca del dispositivo de separación del tráfico. Por eso tenían decidido dejar el bajo por estribor, ya que el agua era profunda y con el viento que había lo librarían cómodamente. Además iban a llamar a Tarifa Tráfico para dar información sobre su posición, de este modo les podrían hacer un seguimiento con el radar. Como no llevaban AIS, no podían enviar su posición automáticamente.
Al ir acercándose al área de Tarifa, el viento fue refrescando, que era lo previsible, pero como no había prácticamente olas el barco navegaba muy estable. Además la corriente les empujaba a un nudo y medio lo que les permitía hacer diez nudos de velocidad efectiva. De pronto escucharon por el canal 16 de Vhf un aviso de seguridad emitido por Tarifa Tráfico acerca de una patera a la deriva en las proximidades de Punta Camarinal, que habían dejado al norte hacía poco. No habían visto nada raro porque había una ligera bruma. Menos mal que era de día porque si eso ocurre de noche siempre existe el riesgo de abordaje. Una lancha de Salvamento Marítimo se dirigía hacia la posición de la patera y la vieron pasar por su costado de babor.
Dejaron el bajo de Los Cabezos por estribor y orzaron cinco grados para dejar por babor la Isla de Tarifa. Si la corriente seguía empujando en esa dirección pasarían muy rápidos por allí. En el año 1985, Pedro navegaba en un barco de vela hacia el oeste, con viento flojo y ciñendo, y estuvieron delante de Tarifa un buen rato parados pero con las velas hinchadas como si fueran avanzando porque la corriente la tenían de proa. Era un efecto curioso pero que ocurría a menudo. Incluso en el Canal de la Mancha, en alguna regata de las que había participado Pedro, era habitual fondear para no navegar hacia atrás cuando cambiaba la corriente.
A las 18-00h el faro de Tarifa les demoraba al norte y pusieron rumbo 072 grados hacia la bahía de Algeciras. Vigilaban permanentemente el tráfico de ferrys que cruzaban de Ceuta hacia Algeciras y a todos los petroleros y mercantes que fondeaban en la bahía para aprovisionarse de combustible y otros pertrechos que se les suministraban desde Gibraltar a un precio bastante más barato que en otros puertos. El viento calmó ligeramente, aunque la corriente seguiría empujándoles durante media hora más o menos. Querían intentar pasar Punta Europa antes de que cambiara y les empujara en contra. Por eso arrancaron el motor para imprimirle más velocidad al barco.
Un par de veces tuvieron que variar ligeramente el rumbo para evitar a algún “fast ferry” que realmente navegaba rápido, pero no tuvieron mayores problemas para cruzar la bahía de Algeciras. A las 20-30h estaban al sudeste del faro de Punta Europa, que ya se había iluminado con su potente luz isofase.
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