En esta ocasión hemos entrevistado a un antiguo alumno de Sotavento, que con posterioridad a su toma de contacto navegando y formándose con nosotros, se lanzó a navegar por aguas que muchos de nosotros aún no hemos surcado. Consideramos muy interesante para muchos de vosotros que leáis estas líneas y veáis de qué manera se pueden ampliar los horizontes y las experiencias de un navegante.
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Ignacio, cuéntanos cómo fueron tus comienzos como navegante, cuál fue tu primer contacto con la mar y de qué manera te entró el “gusanillo” por la navegación
Gracias por el calificativo querido Alfonso, pero navegante es una palabra mayor, reservada a los grandes; yo aspiro a ser un marino con millas y marinería.
Mi atracción por el mar nació de la mano de mi padre, en nuestros soleados paseos por el puerto de Málaga, los domingos antes de comer. De alguna manera generó mi atracción hacia él y me hizo estudiar Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, anhelando proyectar estos últimos.
En mi año de Erasmus, mi amigo Alex de Barcelona, me habló de sus veranos de infancia en un crucero con su familia y que dormía en cubierta viendo las estrellas y se bañaba en calas inaccesibles; esto me hizo decidirme a probarlo.
Después de hacer varios cursillos de vela ligera, mi primera semana de crucero fue el PER a bordo de Sotavento en 2005, nada menos que en el Mandovi y por la costa Vasca, una semana que me marcó y en la que descubrí que no sólo quería sacarme el título sino conocer a fondo el mundo de la náutica de recreo. Como casi en todo en esta vida, resulta fundamental aprender a través de una buena escuela y de buenos profesores. En el mar: el conocimiento equivale a seguridad a bordo, por lo que el aprendizaje resulta esencial. En mi caso tuve la gran suerte de que Alfonso Hernández fue nuestro patrón y profesor.
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Después de ese primer bautizo de mar, creo recordar que posteriormente hiciste alguno o varios cursos en la prestigiosa escuela de Glenans. ¿Qué te motivó a apuntarte allí?
Al año siguiente repetí con Sotavento, simplemente por mejorar. Y precisamente antes de “tripitir” le pregunté a Alfonso por otras escuelas y me habló de Les Glenans. Fundada en 1947 por un matrimonio francés para reinsertar en la sociedad a excombatientes de la segunda guerra mundial y con el lema “école de voile, école de mer, école de vie”; Les Glenans es actualmente una de la mayores escuelas de vela de Europa con la particularidad de que es una ONG y que dispone de 800 monitores voluntarios. Fue sin duda, un gran consejo.
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Explícanos cual fue tu primera gran navegación fuera de España, ya que creo que has navegado, entre otras zonas, por las costas de Irlanda
La primera fue en Francia en la Provenza, allí conocí el mistral y me enfrenté a navegar en otro idioma, toda una experiencia y toda una inmersión lingüística. A partir de ahí: Croacia con sus islas Cornati, Irlanda con mi primera visita al mítico Fastnet, el Peloponeso griego y las islas Cícladas con su meltemi, el tour de la Bretaña francesa con sus mareas, los fiordos al norte de Bergen en Noruega, de nuevo Irlanda con segunda visita al Fastnet y su costa este desde Kinsale a Dublín, el archipiélago de Estocolmo en Suecia y la costa noroeste de Irlanda desde Sligo hasta Derry.
Viajar navegando es VIAJAR en mayúsculas. La opción de comprar una plaza en una escuela es una magnifica manera de aprender a navegar en diferentes condiciones de clima marítimo, conocer gente estupenda, mejorar el idioma y visitar lugares exclusivos. Altamente recomendable y a un precio asequible, lejos de la idea preconcebida que tenemos todos.
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Ignacio, tu última experiencia como navegante ha sido por el mar Báltico. ¿Cómo ha sido esta navegación?